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miércoles, 19 de octubre de 2016

Dos países en 5 días.

Orillas del Río Napo, en Coca
Iquitos, Perú.
Aquí termina un viaje que inició en Quito hace una semana atrás.
Cuando llegué a Francisco de Orellana, más conocida como la ciudad de Coca, compré un pasaje a la frontera con Perú, el pueblo se llama Nuevo Rocafuerte. El día previo recorrí la ciudad de Coca y luego descansé en un hospedaje cerca del centro con un ventilador, por última vez.
La mañana siguiente, a las siete de la mañana, partimos en una lancha desde el puerto de la ciudad. Había un total de 50 pasajeros más 3 de la tripulación estable del navío. El cielo estaba nublado desde el momento de partida y con el río calmo iniciamos el descenso al pueblo de frontera. Yo tenía mucho sueño a esa hora del día; algo ansioso la noche previa solo había dormido 3 horas, pero el dato, es que en la lancha se puede dormir, en una sola posición, sin moverse mucho, pero se puede dormir. Cuando desperté habían pasado 40 minutos de iniciado el viaje. El sol se abría paso entre las nubes mientras yo comenzaba las anotaciones del lo que observaba de mi viaje por el Amazonas:


Río tranquilo, no hay muchas ondas en él. Sí se observan troncos flotando por doquier y también algunos inmóviles pero en menor cantidad. El agua tiene un color verde/marrón -que difícil es ponerle nombres a un color-. La vegetación al lado del río es sólida, hay árboles muy altos, de unos 30mts. aprox., de troncos blancos y con una copa pequeña. Cuando se los divisa a estos árboles es porque, claramente, no fueron invadidos por las enredaderas y espesa vegetación. Desde donde estoy, no se pueden apreciar frutos comestibles; previamente había pensado que sí serían visibles pero hasta ahora, nada.
La lancha esquiva las islas en el interior del río Napo. Son islas de gran vegetación también, la mayoría, aunque también hay algunas que solo son de arena...

Al mediodía llegamos a Peña Cocha, un paraje al lado del río donde almorzamos. Hay pollo y bagre; me quedo con la segunda opción. No recuerdo si comí bagre en alguna ocasión, así que esta primera impresión es, ¡estupenda! Estaba delicioso realmente.
Continuamos navegando hacia el este, en sentido del río. Desde este punto el viaje se vuelve tedioso e inerte. La vegetación al lado del río es continua, a veces se pueden visualizar algunas casas aisladas entre si; canoas que van y vienen por el río y algunos observadores que, desde la costa, nos ven pasar.
A las 5 de la tarde llegamos a Nuevo Rocafuerte. Caen algunas gotas en el pueblo mientras camino por él. Sello mi pasaporte y regreso al puerto. Es mi última caminata por Ecuador en este tramo de viaje. La calidez de este pueblo, su hospitalidad y la buena vibra, me dejan con ganas de más, pero allí voy, partiendo en medio de una noche, donde una luna tímida dibuja junto a las nubes, un cielo sorprendente. Un juego de luces hace aparecer un arco iris inmenso entre las tinieblas. El motor de la canoa, cuando se calla, deja escuchar las voces de la selva a oscuras. El agua se abre y nos despejada la ruta hasta Cabo Pantoja. Nuestro arribo al pueblo es a las 9 de la noche.

En Cabo Pantoja me hospedo en el hostel municipal por 3 noches ya que la lancha a Mazán parte el día martes. Así es como describo estos días en Pantoja:
Atardecer en Cabo Pantoja
El sol sale a las 6:05hs. y desde ese momento el calor se eleva hasta las 15hs. Pantoja está ubicado a la orilla del río Napo y en lo alto de un meseta. El pueblo tiene alrededor de 400 habitantes con todas las comunidades cercanas. Están construyendo una escuela así que hay actividad desde las primeras horas del día. Hay una gran vegetación pero lo que me sorprende es que no se consiguen frutas y solo hay algunas verduras para comprar. El pan sale en la mañana temprano y se acaba pronto. Hay electricidad desde las 18hs a 23hs. El agua potable solo se habilita a las 6hs, por 15 minutos; esto hace que toda la población junte agua para el resto del día, ya que hasta el día siguiente no habrá agua potable. Como el pueblo es pequeño, solo uso la mañana para recorrerlo. Todos te saludan mientras caminás sus pasillos; eso es algo que me gusta...

El sol se va el primer día y regresa la luz al pueblo. El calor va apagándose de a poco y yo me encierro en la habitación con el ventilador, al menos hasta las 23hs.
En la mañana del segundo día mi cuerpo estaba alerta a cuando habilitaran el agua, quería darme una ducha. Cuando el grifo hizo sonidos de vacío, salí disparado de la cama directo al baño. Luego, vuelvo a dormir ya con un peso menos. Al despertar conozco a Tamar, una joven viajera por el mundo de origen israelí. Tiene una sonrisa bellísima y unos pelos locos que me gustan. Charlamos brevemente y acordamos encontrarnos mañana cuando parta la lancha hacia Mazán. Así que me dedico a caminar por el pueblo una vez más y tomar algunas fotos. Cuando puedo, charlo con las personas del lugar. Son amables y desean saber de dónde vengo, a dónde voy y otras cosas ¡que preguntas!
Despidiendome de Pantoja
Cuando me duermo la luz se va en el pueblo, son las 23hs. Mañana a las 6 de la mañana partimos hacia Mazán en una lancha. Trato de dormir pero me despierto después de varios sueños una y otra vez. Se escuchan los fuertes truenos y el viento mover las hojas de los árboles, aún así, solo llueve unos minutos.
Al despertar el cielo está estrellado, puedo observar la constelación de Orión en el firmamento, hace meses que no la observaba, ¡así que ahí estabas! La lancha sale del puerto con 5 pasajeros, en los cuales está Tamar y 3 tripulantes.
Tenía tanto sueño que me acosté en los asientos y dormí 2 horas y luego 1 hora más. La lancha se detuvo varias veces en el viaje; subieron algunos pasajeros, algunas personas de los pequeños poblados enviaban encomiendas, vendedores de comida se acercaban a la embarcación y yo apenas me movía por el sueño que no se iba. Escribí algunas cosas en el cuaderno sobre los sueños de la noche anterior. Me gustan los sueños y también me gusta contarlos, pero estos no lo haré.
A las 17hs llegamos a Santa Clotilde, un poco más grande que Cabo Pantoja, pero con el mismo sistema eléctrico y de agua. Busco en el pueblo alguna fruta para comprar pero no tengo éxito. Mi compañera de viaje, Tamar, estaba algo ofuscada, así que decido visitarla en el hospedaje donde se encuentra. No nos damos cuenta del tiempo y charlamos hasta el otro día. Que linda charlas nos creamos esa noche. El calor no es buen amigo cuando no se tiene algo fresco para tomar, para compartir mientras las horas corren, mientras vas descubriendo a una mujer valiente. Tamar es una mujer valiente, ¡claro! Me enamoró su forma de ser, su complejidad y con cada sonrisa que regalaba. Esto lo que me llevo de ella después de despedirnos en Iquitos. Ella me regaló unas frutas que veníamos buscando y luego partió a Lima.
La lancha llegó a las 11hs a Mazán, de así nos tomamos un mototaxi hasta el puerto Desaguadero donde embarcamos un navío hasta Iquitos. El calor es harto, muy pesado para mí.
Me voy hasta el centro de la ciudad y logro encontrar un hospedaje económico.

Estoy bien, después de todo, he viajado por 5 días por dos países, he visto personas con una sonrisa legítima, vegetación hasta hartarme y he conocido a una mujer que me ha dejado pensando en ella. Sí,¡por qué no decir que me alegro este tramo del viaje!

Estoy en Iquitos por pocos días más y luego: Brasil.

Aquí les comparto una nueva entrevista a artistas: Entrevista a Victor Zuñiga

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