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lunes, 22 de febrero de 2016

A La Paz

Llegó el momento de cruzar la siguiente frontera.
Invierno de altiplano, gélido amanecer en un viaje improvisado. Voy camino a La Paz con diez patacones en el bolsillo, el ánimo lastimado y mi cuerpo doblegado por la gripe.
El tren atraviesa el lago Uru-Uru en su ingreso a Oruro. Los flamencos rosados que habitan el espejo salado toman vuelo y mi compañera despierta. Sus ojos entreabiertos intentan reconocer dónde se encuentra, abrigada hasta la última célula de su cuerpo, sus manos se estira y su cuerpo se endereza. Observa a través de la ventana, la miro y me sonríe.
Ayer en el andén de la estación, antes de subir al tren, nos conocimos. Creo que ambos teníamos ganas de hablar y por eso nos acercamos, nos saludamos y charlamos, sobre el clima, ¿de qué mas podrían hablar dos almas viajeras? Me regaló un sándwich que preparó cuando ya estábamos en el vagón del tren rumbo a Tupiza: queso y tomate. Una rica forma de hacerse compañeros de viaje.
Carola aparenta tener veinte años; veinte años y ser la mujer mas feliz del mundo. Su mirada es sincera, transparente y sus silencios amistosos. Posee una belleza innata, inquietante y perpetua. Lleva ocho años de  viaje y recorre Latinoamérica desde Mendoza, su tierra, a la península de Yucatán, México. Viaja siempre sola. Esto me atrae de ella, su valentía. La miro y pienso en esto: si, ella es valiente.
Pronto el guarda pasa informando que estamos arribando a la ciudad de Oruro, final del recorrido. Tomamos nuestros objetos personales, nuestras mantas y los guardamos.
Al descender del tren caminamos lentamente por el largo pasillo de la estación hasta la salida. Cada paso nos lleva a la despedida y una parte de mi no lo desea.
-Cuidate mucho -me dice tiernamente mirándome a los ojos, nos damos un abrazo y así termina nuestro tramo de viaje compartido.
Siento una nostalgia enorme y la gripe no me ayuda con mi humor.
Tal vez La Paz esté más lejos de lo que pensaba. Tal vez ya no tengo tantas ganas de ir.
¿Qué me empuja a seguir en viaje?
Me detengo a meditar. Mi cuerpo se asemeja a una ostra en la playa, esperando a que una ola la devuelva al mar. Tal vez esa ola se acaba de ir.
¿Habrá llegado el momento de conocer una nueva frontera?
Continuar viaje es lo único que me aleja del pasado.

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