Voy a darme una ducha.
Salgo del baño. Salgo del departamento. Me tomo el bondi -otra manera de llamar al transporte público, bien de Buenos Aires-. Suena "Octavarium" de Dream Theater por mis auriculares. El transito, las personas apuradas a llegar a quién sabe donde y las progresiones de los solos de Petrucci, Rudes y Portnoy crean un caos particular en estas vacaciones de enero.
Llego a casa de mi hermana y Octavio, mi sobrino, me recibe con un abrazo gigante. La calidez de la niñez que te hace volver a tu centro.
Me despido de Ameba, de Leo y de Ander. Siempre presentes en mi transito por la city porteña.
Subo al avión, logro visualizar Ezeiza en su extensión. Más alto, cuando nos elevamos cientos de metros se puede ver el Río de la Plata. Intento mantener los ojos abiertos, pero siempre es bueno un descanso antes de volver a casa.
El viaje no termina solo porque el cuerpo necesite, al menos por un tiempo, quietud. Hay mucho, muchísimo que recorrer y conocer.
Ahora inicia otro viaje, desde Salta...
Esta vuelta al blog va dedicada para Anatole, un full amigo de viaje!
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