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domingo, 24 de abril de 2016

La Celestina, el paraiso de Coroico.

Hostal La Celestina, el paraiso.
Cuando contacte a Martín, del hostal La Celestina por el intercambio de trabajo por hospedaje, pensé en que sería una buena desconexión de los lugares clásicos por donde viajan la mayoría de los mochileros. Acordé llegar un día miércoles y así fue como me despedí de Yerko, un compañero de viaje de Chile, y junto a Paula partimos hacia Coroico. 
Para acceder a Coroico se debe tomar un mini-bus en la terminal Minasa, en el barrio Villa Fátima. El costo del pasaje es $20bol. La ruta está asfaltada hasta Yolosita. El mini-bus sale de La Paz y hace un parada para cargar combustible, de ahí en más no se detendrá, es la única posibilidad de ir al baño.
Nuevamente en la ruta, el primer tramo es subida, hasta La Cumbre, donde hade mucho frio y hasta en ocasiones cae nieve; en mi caso cayó agua-nieve. Lentamente el paisaje y la temperatura cambian. Primero se atraviesa un túnel, luego otro más largo y así nos adentramos en la Yunga boliviana. El color verde predomina. Mientras los hilos de aguas caen formando pequeños saltos embelleciendo el paisaje. Un paisaje rico en vegetación y sonidos. El calor ingresa en el mini-bus y rápidamente te quitás el abrigo que llevás puesto. Un cartel anuncia que en el siguiente desvío se accede al Camino de la muerte -Dead road-, una travesía que actualmente se realiza en bicicleta y también cuando el camino asfaltado está cerrado. A las dos horas de viaje se observa Coroico desde lo alto del camino. Lo que me sorprendió es que sea un pueblo en la copa de un cerro, generalmente están al pie de estos. Cuando llegamos a Yolosita, el camino se convierte en empedrado hasta Coroico, ya nos queda media hora de viaje. 
Con Paula preguntamnos como llegar a La Celestina y caminamos hasta allá. El hostal se encuentra a un kilómetro y medio del pueblo, el camino es en bajada y empedrado, ya que es la continuación del anterior. Al llegar al hostal, ingresamos por un portón y recibe Ana, la esposa de Martín; a quien interrumpimos su siesta. 
Martín nos comenta de qué trata el trabajo de intercambió y nos mostra la casa y nuestra habitación. Más tarde subimos al pueblo a hacer compras para la comida. Conocemos los árboles de café al costado del camino y sin pensarlo una camioneta nos acerca a la plaza central de Coroico. Compramos y regresamos al hostal.
Limpiando las ricas mandarinas. Parte del trabajo realizado.
La noche estrellada nos recibie en el jardín, comiendo una ensalada, sentados, disfrutando de los sonidos de la naturaleza. La noche pasa y al día siguiente, desde temprano iniciamos el trabajo designado. Ana nos acerca una radio donde suena Gilda desde ese día todas las mañana. "Música de motivación para este tipo de trabajo" dece Paula. Y por mi cabeza aparece la imagen de mi madre escuchando Gilda en su casa, en Salta. Con ese ritmo terminamos el trabajo y almorzamos. Ana nos acompaña y más tarde salimos a comprar nuevamente al pueblo.
La noche llega y se va. El inicio de un nuevo día nos atrapa trabajando en el jardín. Ese día y a partir de entonces Ana cocinaría al mediodía ricos platos. El primero sería tarta de espinaca con queso, ¡delicioso! Luego arroz con ensalada y las empanadas que preparamos la noche anterior. Le había comentado que me gusta el guiso de mondongo y que en casa de mi madre no pude comer. Ana lo preparó y estaba muy rico. También bajamos a conocer la pequeña cascada que se forma en lo profundo del jardín y recojer naranjas para hacer jugo.
Aprendí en casa de Ana y Martín a preparar budín, pan casero y la masa de las empanadas. Hice dos veces pan y una vez budín. Hicimos pizza y mi último día de estadía hice ravioles caseros.
En el hostal conocí a Martín, un mochilero que dicta un curso de la voz; a Jazmín y a Petr, que es de Rep. Checa (no Checoslovaquia, se separaron -fue un chiste recurrente-). Había una energía tan agradable en la casa que a todos nos costó dejarla. El aire familiar y las risas constante potenciaban el bienestar y el haber elegido correctamente La Celestina como lugar para hospedarse. 
El día lunes llegó un nuevo amigo, Anatole. Él es alemán. Recorrió el camino de la muerte en bicicleta y se lastimó en el camino. Extravió su pantalón (aunque 2 días después lo recuperó). Es alguien tranquilo, con una sonrisa contagiosa y compañero. La última noche preparó unos panqueques vegetarianos exquisitos. Me invitó a visitarlo cuando llegue a Alemania.
Martín, Jazmín, Ana, Anatole, Petr y yo. Fotografo: Martín.
Dejé La Celestina el sábado a las 6 de la mañana. Martín y Ana se levantaron para despedirme y yo, bajo la luna llena, el cielo estrellado y una sonrisa me despedía de estos hermosos días en casa. Todo mi agradecimiento a ellos.
El camino es así a veces. El camino nos sonríe y nos abraza de manera tan cálida que algunas cosas desaparecen de la mente.
Llegué para irme, como todos en este mundo y por esta razón vivir es algo que se debe disfrutar día y noche. Sonreír sana el alma y yo andaba necesitando una dosis de risa descontrolada.
Extraño a mis amigos.

domingo, 17 de abril de 2016

Unos días en Bolivia

Aski uruquipa. Nayan sutijax satawa Paolo.
Palabras nuevas, palabras antiquísimas de un pueblo olvidado.
He tenido la oportunidad de conocer la comunidad de Santana el fin de semana pasado. Una comunidad al norte de La Paz, camino al Titicaca. Las casas en las laderas de los cerros, los animalitos en el camino, el verde del trigo, los colores de los ahuayos; el silencio, todo lo compone Santana. 
Fui invitado por Annette, una señorita que conocí buscando host en couchsurfing. El evento organizado por la Universidad de Aymara Vivo, inició el día sábado en la mañana, pero yo llegué el domingo, algo tarde. Conocí a los jefes de la comuna y a los responsables de esta Universidad. Aprendí algunas palabras y caminé por el hermoso poblado. Me invitaron a comer pesque (quinoa, leche y queso) y conocí a unos jovenes muy agradables con quien luego me encontraría.
Este sábado 23 y domingo 24 se repetirá el encuentro y el miércoles 27 se inaugurará oficialmente la Universidad; para esta ocasión pretendo quedarme en el lugar pintando.

En las calles de Uyuni conocí a Yuki, quien me presentó a Asahi y posteriormente a Megumi. En La Paz, el miércoles, día previo a mi viaje a Coroico, me invitaron a cenar y tomar unas cervezas. Brindamos, comimos y reímos hasta más no poder. Con quien más hablé fue con Asahi, en un inglés rústico, un japones anestesiado y un español inexperto. Él fue quien preparó "Spaguetti-lemon", que estuvo muy rico, siendo algo nuevo para mi. Yuki, en si, es el verdadero cheff y preparó unos platos sencillos y riquísimos. 
Nos despedimos muy tarde, la noche helada de La Paz fue una grata amiga. "Algún día, algún año" llegaré a Ibaraki y tocaré la puerta de sus casas.
Terminando este resumen, creo que se merece un capítulo aparte el viaje a Coroico. Mientras el sol sale, en las montañas las nubes intentan surcarlas, yo termino este resumen.

sábado, 9 de abril de 2016

Lejos de la frontera

Aquí en La Paz mi cuerpo ha sentido la altura. Un poco de agotamiento y otro poco de soledad al andar por estas calles.
Me tomo mi tiempo para continuar en la ruta, y también para retomar la escritura en el blog.
La comodidad del hogar va quedando atrás. A un mes de haber iniciado este viaje, ya tengo tantos paisajes en la retina que a veces flaqueo y pienso que es suficiente.
Lento, el viaje es lento pero impetuoso.
El miércoles me mudo a Coroico por unos días y posteriormente continuare viaje a Copacabana, la frontera boliviana con Perú.
De aquí en mas, viajo solo... por lo menos hasta nuevo aviso.
Brindo por este mes y por muchos otros.
Salut!