Etiquetas

martes, 20 de diciembre de 2016

Vuelvo para Irme

Costanera de Guayaramerin. Frontera Bolivia-Brasil
Pequeña ruta rumbo al sur. Gélida noche de altiplano. Cielo eterno de Bolivia.
La claridad del cielo boliviano es incomparable a otros cielos que conocí en este viaje. Los faros del firmamento desean ser apreciados todos, así que me acomodo en los últimos asientos del bus y recuerdo un cielo estrellado de la ciudad de Valle Colorado, en Jujuy. Aquel día la luna reflejaba todo el poder del sol y me hacía sentir una alegría desbordante que no podía compartir.
Cuando Ameba, mi amiga, mi compañera de viaje, volvió a Argentina inicié un periodo de transición. El viaje lo había planeado en compañía y comprendí que volvería a recorrer lugares sin compartir una felicidad in-situ. Seré sincero, necesito compartir, tal vez alguno de los que me lee también lo necesita.
Mientras camino la ruta, los nuevos pueblos, los cielos mágicos, este viaje muta constantemente. La energía se transforma y me transforma. Así que ya no soy el yo que era. Y eso me gusta, más de lo que creía.
Desde Manaus a Porto Vehlo el viaje pasó como una película ante mí. Y después de un tiempo me siento a continuar el blog.
Así que aquí estoy, nuevamente en algún lugar donde las bocinas atraviesan el espacio de concreto. Ese sonido genera una resonancia negativa en los cuerpos saturados de los habitantes la ciudad. Solo observo como desean purgarse, buscando libertad, aunque hay una desidia en sus discursos.
Me voy, volví con un solo motivo: irme. Este es mi corto paso por Buenos Aires. ¡Cuanto ruido!

Hace poco estuve dando clases de apoyo en Salta. Una alumna me preguntó: "¿de dónde es profe?", solté una risa y luego respondí que "ya no sé de donde soy". Sí, nací en Argentina, pero... pero nada.

El viaje continúa, como siempre.