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viernes, 10 de marzo de 2017

Una vez más

Es el último día. Hace calor, mucho calor. Aún es temprano y no se escuchan los sonidos de la ciudad. Las cortinas están cerradas y la poca luz que ingresa al departamento me hace pensar que el día aún no inició. Doy vuelta mi cuerpo y quedo boca abajo sobre la almohada, tapo mis oídos pero "I want to talk about you" interpretada por Ryu Fukui, se reproduce en mi mente. Cada nota parece aleatoria y contengo la respiración. Volteo mi cuerpo, miro el techo blanco de profundidad infinita, pasa el tiempo, hago más tiempo de donde no hay y finalmente, en un esfuerzo semejante a la marcha de un barco recién salido del astillero, me levanto. Mi pie derecho, ingenuo, toca el suelo minado. Cada átomo de mi cuerpo se activa resonando sin sonido. La música en mi mente se apaga. Levanto la cabeza, busco entre los puntos que brillan como estrellas una de las tres leyes de Newton que justifiquen esto y también busco algunas palabras que definan este momento de dolor. Mis hombros se relajan. La tv se enciende y busco en internet música. Vamos de nuevo con Ryu; mejor no. "Cowboy Bebop Box Collection" todas composiciones de Yoko Kano.
Voy a darme una ducha.

Salgo del baño. Salgo del departamento. Me tomo el bondi -otra manera de llamar al transporte público, bien de Buenos Aires-. Suena "Octavarium" de Dream Theater por mis auriculares. El transito, las personas apuradas a llegar a quién sabe donde y las progresiones de los solos de Petrucci, Rudes y Portnoy crean un caos particular en estas vacaciones de enero.
Llego a casa de mi hermana y Octavio, mi sobrino, me recibe con un abrazo gigante. La calidez de la niñez que te hace volver a tu centro.

Me despido de Ameba, de Leo y de Ander. Siempre presentes en mi transito por la city porteña.
Subo al avión, logro visualizar Ezeiza en su extensión. Más alto, cuando nos elevamos cientos de metros se puede ver el Río de la Plata. Intento mantener los ojos abiertos, pero siempre es bueno un descanso antes de volver a casa.

El viaje no termina solo porque el cuerpo necesite, al menos por un tiempo, quietud. Hay mucho, muchísimo que recorrer y conocer.
Ahora inicia otro viaje, desde Salta...

Esta vuelta al blog va dedicada para Anatole, un full amigo de viaje!

Camino a la facultad

martes, 20 de diciembre de 2016

Vuelvo para Irme

Costanera de Guayaramerin. Frontera Bolivia-Brasil
Pequeña ruta rumbo al sur. Gélida noche de altiplano. Cielo eterno de Bolivia.
La claridad del cielo boliviano es incomparable a otros cielos que conocí en este viaje. Los faros del firmamento desean ser apreciados todos, así que me acomodo en los últimos asientos del bus y recuerdo un cielo estrellado de la ciudad de Valle Colorado, en Jujuy. Aquel día la luna reflejaba todo el poder del sol y me hacía sentir una alegría desbordante que no podía compartir.
Cuando Ameba, mi amiga, mi compañera de viaje, volvió a Argentina inicié un periodo de transición. El viaje lo había planeado en compañía y comprendí que volvería a recorrer lugares sin compartir una felicidad in-situ. Seré sincero, necesito compartir, tal vez alguno de los que me lee también lo necesita.
Mientras camino la ruta, los nuevos pueblos, los cielos mágicos, este viaje muta constantemente. La energía se transforma y me transforma. Así que ya no soy el yo que era. Y eso me gusta, más de lo que creía.
Desde Manaus a Porto Vehlo el viaje pasó como una película ante mí. Y después de un tiempo me siento a continuar el blog.
Así que aquí estoy, nuevamente en algún lugar donde las bocinas atraviesan el espacio de concreto. Ese sonido genera una resonancia negativa en los cuerpos saturados de los habitantes la ciudad. Solo observo como desean purgarse, buscando libertad, aunque hay una desidia en sus discursos.
Me voy, volví con un solo motivo: irme. Este es mi corto paso por Buenos Aires. ¡Cuanto ruido!

Hace poco estuve dando clases de apoyo en Salta. Una alumna me preguntó: "¿de dónde es profe?", solté una risa y luego respondí que "ya no sé de donde soy". Sí, nací en Argentina, pero... pero nada.

El viaje continúa, como siempre.

lunes, 14 de noviembre de 2016

Iquitos a Manaus -fin del tramo-

La magia del atardecer en el río Amazonas
Me balanceo en la hamaca mientras el viento recorre la cubierta del barco. El cielo está sin nubes y la selva quieta, invitándome a visitarla. Esta noche llegaré a la ciudad más grande en el Amazonas ¿Cómo será? De seguro hace más calor que en el barco, todo ese asfalto aumentando la temperatura de la ciudad de manera descomunal, de seguro hacer más calor. No es solo el asfalto, en la ciudad también hay otra cosas que aumentan la temperatura pero, esa ciudad, ¿cómo será? y, porque me estoy preguntando estas cosas a poco tiempo de arribar a Manaus, después de todo, hace 4 días que no pienso así, en el futuro inmediato. Cuatro días de calma, liviandad, meditación, ¿la ciudad me genera esto? ¿y por qué le hecho la culpa a algo externo?
El río Amazonas y el río Negro trazan una extensa frontera frente a la costa de Manaus. El río Solimões, como se le llama al río Amazonas en este tramo de
El encuentro de los ríos
Brasil, y el río Negro, que es literalmente negro, coexisten por kilómetros y es la bienvenida que me da la naturaleza a esta ciudad. Aquí se termina el viaje en barco, al menos por un tiempo.

Al arribar al puerto, descendemos entre el tumulto de taxistas que se encalló a la salida del barco. Salimos del lugar y tomamos un transporte inter-urbano para el norte. Nos despedimos con Masa en la rodoviaria -terminal- hasta que nuestros viajes se crucen nuevamente; él va a Roraima, en Venezuela, y yo, aquí en Manaus por unos días.
Todos los locales comerciales cierran temprano y no puedo contactarme con mi couch por internet. Teniendo un presupuesto malo, encuentro refugio en una estación de servicio esta primer noche.
Manaus es una ciudad para caminar en cualquier hora del día y aunque mi cansancio, por no dormir, es grande, en la mañana recorro la zona del Teatro Amazonas, una zona de calles y edificios coloniales, de tonos cálidos y no muy altos. Voy a la costanera de la ciudad y el viento alivia la pesadez del calor y la humedad de la metrópolis. Acomodo la mochila al pie de un árbol y me acuesto apoyando mi cabeza en ella. Las ramas se mueven y generan un sonido similar al de las olas del río. Esta calma que me regala el viaje es la que me gustaría conservar en cualquier tramo que realice de ahora en más. Con esta calma que florece por doquier decido volver a Argentina por un tiempo. Es una decisión que venía barajando desde mi ingreso a los ríos en Coca, Ecuador; la pasividad de estos, y el tiempo que tuve para meditar me hacen resolver volver.
Ahora me queda otro tramo de viaje que emprender, el viaje continúa.
Los días de Manaus terminan  3 días después de mi arribo. El calor es soportable y siempre lo es cuando disfrutas lo que vivís. Compro el pasaje a Porto Velho, al sur de Brasil, rumbo a Bolivia. Otra vez Bolivia; la hermosa Bolivia me espera antes de cruzar la frontera, esa nueva frontera que inició con el viaje y que ahora es necesario atravesar.
El finalizar del día en Brasil
Entrevista a Paula M. Rufat

domingo, 6 de noviembre de 2016

Iquitos a Manaus -primer tramo-

A orillas del río Amazonas, Iquitos
Tomo un moto-taxi hasta el puerto de donde zarpa el barco a Santa Rosa. Los jóvenes se movilizan como hormigas, encorbados por la pesada carga que llevaban en sus espaldas. Los pasajeros ya ocuparon la primer planta del barco, así que subo a la parte superior y busco un lugar para mi hamaca pero tan novato con este trabajo de amarrar, que un señor al observarme se acerca y me ayuda haciendo un nudo fuerte para soportar mi peso durante las noches de viaje. Desde el horizonte las nubes se aproximaban con señales de tormenta y las luces de los rayos de Iquitos iluminan todo lo observable, dejan una estela serpentina que atemoriza con su recorrido hacia la tierra.
Cuando partimos son las 8 de la noche. Una sirena parte el aire y junto con ella propagándose por el río, partimos rumbo al norte de Perú.
La noche se apodera de todo a la vista, en el cielo se pueden observar algunas estrellas marcando un vía galáctica y el golpe de las olas contra el casco del barco. Me quedo observando por largo rato el cielo cuando el sueño se reposa en mi cuerpo y me tiendo en la hamaca sin más. No tengo frío ni calor; duermo sin soñar en nada, y cuando esto sucede, la noche pasa más rápido.
En la mañana posterior nos sirven masamorra con pan de desayuno. Me siento en el mismo lugar junto al borde del barco y disfruto del paisaje, del río partirse a nuestro paso y las ondas crearse armónicamente y alejarse hacia la costa del Amazonas.
En un pueblo llamado Salto Alto de Nuevo Israel, subieron muchos misiones con los cuales intercambié palabras en las próximas horas del viaje. A veces nos dábamos un respiro y tomaba nota de mis percepciones en este tramo del viaje.
La vegetación es continua desde el río. Los árboles se elevan hasta los cielos y sus colores juegan entre el azul y amarillo. El reflejo del agua crea nuevas texturas de la selva. El cielo cambia, como el río y como yo en este movimiento.
Cuando llega la noche el barco está completo de pasajeros, se ha detenido en tantos lugares y hasta tuve la posibilidad de ver unos Bufeos -delfines de río- danzar cerca de un puerto. Una de las señoras que se encarga de la cocina, pesca con gran habilidad y soltura, somos varios que observamos su destreza. Los niños recorren libres en los pasillos se crean las hamacas, los colores que forman son carnavalescos, involuntarios y alegres.
Ingresando al puerto de Leticia
Esta última noche en el barco no puedo dormir bien, algo inició en la calma del río Napo, allá cuando partí de Pantoja, ahora, debo reconocer qué es para poder dedicarme a ello.
En la mañana siguiente, con los primeros rayos del sol, llegamos a Santa Rosa. El pueblo es pequeño, está en una isla del río, frente a Leticia y Tabatinga; estoy en la triple frontera. Camino hasta la oficina de migraciones y sello mi pasaporte de salida de territorio peruano. Allí conozco a Masa, un joven japones que viaja camino a Roraima, en Venezuela. Íbamos a compartir el tramo juntos hasta Manaus pero nos separamos al cruzar el río a Leticia.
Cuando sello mi ingreso a Brasil, aún es temprano, así que camino hasta el puerto para saber cuando parte el barco a Manaus y luego busco hospedaje. Estaba exhausto, así que me acuesto en la litera hasta las 2 de la tarde. No podía creer que había dormido tanto y no tuviera hambre. Como había comprado una papaya, decidí comer la mitad de esta y luego salir a caminar. La papaya es una fruta muy rica, es gracioso ver como en el pasado no me gustaban tantos alimentos, un amigo diría: "la necesidad es ereje" y puede que sea así, pero más prima la idea de conocer nuevos sabores, texturas, tonalidades; conocer.
Ingresando a Brasil
La frontera entre Leticia y Tabatinga es imperceptible. Existe un hito de frontera, pero hay que estar atentos para poder distinguirlo. Si caminas por allí, y cruzas la frontera, podes pasar algunas cuadras hasta darte cuenta que cambió el idioma, algunos carteles en los negocios y el país. Así es como vuelvo a Colombia por última vez en este viaje. Conozco el centro de Leticia y cada paso lo hago con calma, atento a mis sentidos y lento. El calor es abrumador, haciendo necesario beber liquido constantemente. 
Lo que me gustó de Leticia son los árboles en las calles, en sus veredas. Esto es algo que muchas ciudad que visité no conservan. También los pajaritos volar por doquier y cantar y cantar.
Regreso tarde al hospedaje y para mi sorpresa me doy cuenta que no es un lugar muy amable. Compro algo de comida y en la oscuridad ingreso al cuarto.
Nuevamente no pude dormir en absoluto con tantas ideas pasando por mi cabeza, me desvelo hasta los primeros rayos de sol. Miro el ventilador y luego el baño, pienso en Pantoja y los pueblos a la orilla del Amazonas. Hago mi mochila, salgo a la calle y tomo un moto-taxi al puerto.
El viaje que me queda es Tabatinga-Manaus, 4 días en el río.
Entrevista a Paula M. Rufat

miércoles, 19 de octubre de 2016

Dos países en 5 días.

Orillas del Río Napo, en Coca
Iquitos, Perú.
Aquí termina un viaje que inició en Quito hace una semana atrás.
Cuando llegué a Francisco de Orellana, más conocida como la ciudad de Coca, compré un pasaje a la frontera con Perú, el pueblo se llama Nuevo Rocafuerte. El día previo recorrí la ciudad de Coca y luego descansé en un hospedaje cerca del centro con un ventilador, por última vez.
La mañana siguiente, a las siete de la mañana, partimos en una lancha desde el puerto de la ciudad. Había un total de 50 pasajeros más 3 de la tripulación estable del navío. El cielo estaba nublado desde el momento de partida y con el río calmo iniciamos el descenso al pueblo de frontera. Yo tenía mucho sueño a esa hora del día; algo ansioso la noche previa solo había dormido 3 horas, pero el dato, es que en la lancha se puede dormir, en una sola posición, sin moverse mucho, pero se puede dormir. Cuando desperté habían pasado 40 minutos de iniciado el viaje. El sol se abría paso entre las nubes mientras yo comenzaba las anotaciones del lo que observaba de mi viaje por el Amazonas:


Río tranquilo, no hay muchas ondas en él. Sí se observan troncos flotando por doquier y también algunos inmóviles pero en menor cantidad. El agua tiene un color verde/marrón -que difícil es ponerle nombres a un color-. La vegetación al lado del río es sólida, hay árboles muy altos, de unos 30mts. aprox., de troncos blancos y con una copa pequeña. Cuando se los divisa a estos árboles es porque, claramente, no fueron invadidos por las enredaderas y espesa vegetación. Desde donde estoy, no se pueden apreciar frutos comestibles; previamente había pensado que sí serían visibles pero hasta ahora, nada.
La lancha esquiva las islas en el interior del río Napo. Son islas de gran vegetación también, la mayoría, aunque también hay algunas que solo son de arena...

Al mediodía llegamos a Peña Cocha, un paraje al lado del río donde almorzamos. Hay pollo y bagre; me quedo con la segunda opción. No recuerdo si comí bagre en alguna ocasión, así que esta primera impresión es, ¡estupenda! Estaba delicioso realmente.
Continuamos navegando hacia el este, en sentido del río. Desde este punto el viaje se vuelve tedioso e inerte. La vegetación al lado del río es continua, a veces se pueden visualizar algunas casas aisladas entre si; canoas que van y vienen por el río y algunos observadores que, desde la costa, nos ven pasar.
A las 5 de la tarde llegamos a Nuevo Rocafuerte. Caen algunas gotas en el pueblo mientras camino por él. Sello mi pasaporte y regreso al puerto. Es mi última caminata por Ecuador en este tramo de viaje. La calidez de este pueblo, su hospitalidad y la buena vibra, me dejan con ganas de más, pero allí voy, partiendo en medio de una noche, donde una luna tímida dibuja junto a las nubes, un cielo sorprendente. Un juego de luces hace aparecer un arco iris inmenso entre las tinieblas. El motor de la canoa, cuando se calla, deja escuchar las voces de la selva a oscuras. El agua se abre y nos despejada la ruta hasta Cabo Pantoja. Nuestro arribo al pueblo es a las 9 de la noche.

En Cabo Pantoja me hospedo en el hostel municipal por 3 noches ya que la lancha a Mazán parte el día martes. Así es como describo estos días en Pantoja:
Atardecer en Cabo Pantoja
El sol sale a las 6:05hs. y desde ese momento el calor se eleva hasta las 15hs. Pantoja está ubicado a la orilla del río Napo y en lo alto de un meseta. El pueblo tiene alrededor de 400 habitantes con todas las comunidades cercanas. Están construyendo una escuela así que hay actividad desde las primeras horas del día. Hay una gran vegetación pero lo que me sorprende es que no se consiguen frutas y solo hay algunas verduras para comprar. El pan sale en la mañana temprano y se acaba pronto. Hay electricidad desde las 18hs a 23hs. El agua potable solo se habilita a las 6hs, por 15 minutos; esto hace que toda la población junte agua para el resto del día, ya que hasta el día siguiente no habrá agua potable. Como el pueblo es pequeño, solo uso la mañana para recorrerlo. Todos te saludan mientras caminás sus pasillos; eso es algo que me gusta...

El sol se va el primer día y regresa la luz al pueblo. El calor va apagándose de a poco y yo me encierro en la habitación con el ventilador, al menos hasta las 23hs.
En la mañana del segundo día mi cuerpo estaba alerta a cuando habilitaran el agua, quería darme una ducha. Cuando el grifo hizo sonidos de vacío, salí disparado de la cama directo al baño. Luego, vuelvo a dormir ya con un peso menos. Al despertar conozco a Tamar, una joven viajera por el mundo de origen israelí. Tiene una sonrisa bellísima y unos pelos locos que me gustan. Charlamos brevemente y acordamos encontrarnos mañana cuando parta la lancha hacia Mazán. Así que me dedico a caminar por el pueblo una vez más y tomar algunas fotos. Cuando puedo, charlo con las personas del lugar. Son amables y desean saber de dónde vengo, a dónde voy y otras cosas ¡que preguntas!
Despidiendome de Pantoja
Cuando me duermo la luz se va en el pueblo, son las 23hs. Mañana a las 6 de la mañana partimos hacia Mazán en una lancha. Trato de dormir pero me despierto después de varios sueños una y otra vez. Se escuchan los fuertes truenos y el viento mover las hojas de los árboles, aún así, solo llueve unos minutos.
Al despertar el cielo está estrellado, puedo observar la constelación de Orión en el firmamento, hace meses que no la observaba, ¡así que ahí estabas! La lancha sale del puerto con 5 pasajeros, en los cuales está Tamar y 3 tripulantes.
Tenía tanto sueño que me acosté en los asientos y dormí 2 horas y luego 1 hora más. La lancha se detuvo varias veces en el viaje; subieron algunos pasajeros, algunas personas de los pequeños poblados enviaban encomiendas, vendedores de comida se acercaban a la embarcación y yo apenas me movía por el sueño que no se iba. Escribí algunas cosas en el cuaderno sobre los sueños de la noche anterior. Me gustan los sueños y también me gusta contarlos, pero estos no lo haré.
A las 17hs llegamos a Santa Clotilde, un poco más grande que Cabo Pantoja, pero con el mismo sistema eléctrico y de agua. Busco en el pueblo alguna fruta para comprar pero no tengo éxito. Mi compañera de viaje, Tamar, estaba algo ofuscada, así que decido visitarla en el hospedaje donde se encuentra. No nos damos cuenta del tiempo y charlamos hasta el otro día. Que linda charlas nos creamos esa noche. El calor no es buen amigo cuando no se tiene algo fresco para tomar, para compartir mientras las horas corren, mientras vas descubriendo a una mujer valiente. Tamar es una mujer valiente, ¡claro! Me enamoró su forma de ser, su complejidad y con cada sonrisa que regalaba. Esto lo que me llevo de ella después de despedirnos en Iquitos. Ella me regaló unas frutas que veníamos buscando y luego partió a Lima.
La lancha llegó a las 11hs a Mazán, de así nos tomamos un mototaxi hasta el puerto Desaguadero donde embarcamos un navío hasta Iquitos. El calor es harto, muy pesado para mí.
Me voy hasta el centro de la ciudad y logro encontrar un hospedaje económico.

Estoy bien, después de todo, he viajado por 5 días por dos países, he visto personas con una sonrisa legítima, vegetación hasta hartarme y he conocido a una mujer que me ha dejado pensando en ella. Sí,¡por qué no decir que me alegro este tramo del viaje!

Estoy en Iquitos por pocos días más y luego: Brasil.

Aquí les comparto una nueva entrevista a artistas: Entrevista a Victor Zuñiga

miércoles, 12 de octubre de 2016

En una montaña en Quito

Parque El Ejido
Veo la ciudad iluminada y como la niebla desciende y la cubre hasta apagar aquellas luces del valle. La metrópoli parece apacible, sumida en un silencio que provoca calma.
Estos días caminé mucho por el centro histórico, por los parques, por las calles de una ciudad que también me invitó a pintarla.
Momentos de lluvia, momentos de pensar. Momentos de sol, momentos de hacer. Ambos momentos fueron de gran aporte para definir cosas en este viaje que siempre se está organizando.
A punto de embarcarme en un recorrido por el río Amazonas, el cielo decide derrumbarse sobre Quito para despedirme. En este momento se escuchan los renacuajos en el patio y las gotas golpear sobre el techo del lavadero.
Hace unos días llegué a casa de Fernanda, mi couch en Quito. Aquí me recibieron también, Alex y Jorge. Fernanda tiene 3 perros y 1 gato; aunque hay otro perro dando vuelta la casa, este último no ingresa a su hogar. Fernanda ha viajado y vivido en Argentina durante 3 años. También conoce México y otros paises. Le gusta el folclore argentino y transmite una tranquilidad, junto a los otros chicos, que me siento cómodo estar aquí, en su casa.
Hemisferio norte y sur

Hace unos días fui al museo Inti Ñam -Camino del sol-. El museo fue construido sobre la linea del ecuador, la latitud 0°0'0''. El museo muestra algunas comunidades del Ecuador, explica algunos conceptos físicos y te dan la posibilidad de equilibrar un huevo sobre un clavo. Fuera de esto, es interesante el reloj de sol que tienen expuesto y saber que en los solsticios la sombra se proyecta perpendicular a la tierra en el cenit; es una experiencia que me gustaría ver en algún momento.
A unos metros -unas cuadras- se encuentra la "Ciudad Mitad del Mundo". Está mini-ciudad es más concurrida (aunque la linea realmente no pasa por esta ciudad).
Tanto el museo Inti Ñam como la ciudad Mital del Mundo están al norte de la ciudad de Quito. Se puede llegar con un bus desde el centro de la ciudad. El viaje no tarda más de 20 minutos.
También se puede encontrar lugares para comer barato en esa zona, así que aproveché para hacer ambas el día que fui.
Ahora sí, dejando atrás la linea ecuatorial, me percato que volví al hemisferio sur. ¡Es primavera nuevamente!

Antes de despedirme, les comparto la entrevista a la Escuela de Bellas Artes de Cusco.

martes, 4 de octubre de 2016

De Bogotá a Quito.

El sol se oculta a las seis en punto, es hora de volver y descansar.
La lluvia llega al mediodía y en las noches hace frío. El sol sale unas horas y su calidez me gusta. Así es Quito estos días de octubre.
Pedaleo por última vez hasta que retome la ruta hacia donde nace el río Amazonas, en Coca, en el Oriente ecuatoriano. 
Ander y yo en el aeropuerto.
Hace unos días atrás despedí, en el aeropuerto de Bogotá, a mi amigo Ander. Se volvió a Buenos Aires después de 2 años en Colombia. Su regreso me dejó pensando en mi futuro en la ruta. Ahora con la bicicleta y una mochila más pesada me muevo más lento. ¿Es decisión mía moverme más lento? Bueno, soy yo quien lleva la mochila.
Las últimas semanas en Colombia no fueron tan chevere, y si bien hice un esfuerzo para tener una visión más amplia de lo que acontecía, sigo pensando que es muy apresurado bajar opinión. Lo que vuelvo a afirmarme es que generar expectativas no es bueno, al menos para mí.
Ya estoy en Quito desde hace una semana. Estoy hospedado en la casa de los padres de mi amiga Carmita. La señora María del Carmen y el señor Cristobal me están brindando su hogar por unos días. Estoy contento porque aquí me siento bien y volví a renovar las energías que se habían perdido. Sepan que para mi, este renovar de energías es intermitente y también necesario.

Les comento algunas cosas que surgieron y necesitaría su apoyo.
He subido el primer video de entrevista a artistas. Este proyecto lo inicié en Cusco y actualmente llevo varios artistas entrevistados.
Me ayudarías con: 
-La reproducción del video.
-Compartiendo el video y el canal.
-Suscribiéndote al canal y siguiéndome en las próxima actualizaciones. 
Puedes acceder a la primer entrevista haciendo click aquí

También estoy realizando unas postales con historias de viaje. Aún estoy viendo cómo las distribuyo. Si tenés alguna recomendación te pido me escribas contándomela.

Que tengan buena semana!


Postales con historias de viaje.
English version.

Sunrise is set down at sharp six , it's time to go back and rest.
The rain falls down at noon and at nights is quite cold. The sun is up for a few hours and I like its warm. Quito is like that in these days of october.
Sprinting for one more time until I get back to the route where the Amazonas river begins, in Coca, at the ecuatorian eastern.
Few days ago at Bogota's airport, I said goodbye to my friend, Ander. He return back to Buenos Aires after stayed a 2 years in Colombia. His return made me think in my future in the route. 
Salto del Tekendama
Now with a heavier backpack and a bike, I feel that I'm moving slower. Is it my choice to move that slow? Clearly, I'm the one who is carrying the backpack. These last weeks in Colombia weren't so chevere, even though I made an effort to get a wide vision about the events, I keep thinking that is too rush to submit an opinion. 

Something I assert to myself is avoiding to create expectations, which is not good, at least not for me. I've been in Quito since week ago. I stay in a Carmita's parents house. Mrs. Maria del Carmen and Mr. Cristobal are giving me their home for a few days, I'm so happy here, feeling so well and recovering my lose energy. Letting you know, renew energies is something intermittent and also need.

I will let you know a few things taht happened in my journey and asking for your support!
I just upload  my first artist interview video on Yotube: Justo Cano
I started this project in Cuzco and currently I've been interviewed with several artists.